viernes, 2 de noviembre de 2018

La no boda de mi mejor amiga (Segunda Parte)

De esos pocos instantes en la vida en que tu cerebro se expande más allá de su 10%. En ese punto en que dejas de llorar a diario porque se te secaron las lágrimas, o en el mejor de los casos ya no tienes ganas. En el segundo en que sabes que evolucionaste y que aún estás entera, muchas veces un saco de huesos, la gran mayoría una foca varada en la playa, pero vamos que entera. Porque recordaste que hay enfermedades, accidentes, suicidios, homicidios y toda clase de formas de morir pero que el amor no es una de ellas, porque nadie se muere de amor. A no ser que seas idiota y se te ocurra suicidarte, pero no estarías leyendo esto así que digamos que de amor no te moriste.

Después de un fin de semana en que Pepa no dio señales de vida (y tampoco Marta), el día martes quedamos por el parque El Retiro para ponernos al día y contarme qué hizo su fin de semana, además que era su penúltimo día en Madrid. Siéntate, que yo incluso sentada me mareé con la historia.

Después de una batalla campal (algo así como una guerra civil) vivida el día viernes en el piso de Marta (mientras yo escribía en la heladería), ya cuando cada minuto era necesario para llegar al aeropuerto o matarse en el piso en el intento de dialogar, entre llantos, sollozos, mocos y gritos, decidieron finalmente viajar juntas a Lisboa. "¿Por qué no?" le dijo Pepa a Marta, el viaje estaba pagado y ella no conocía Lisboa, así que corrieron al aeropuerto.

Pasaron la primera noche en Lisboa sin follar, un logro a estas alturas considerando que Pepa dejó a Marta al segundo día de haber llegado a Madrid, pero nunca dejaron de revolcarse entre las sábanas, una cosa muy común después de cancelar la boda. Sin embargo, la mentira tiene patas cortas y por más astuta que puedas ser los detalles son esenciales, sobre todo fijarte en dejar bloqueado, apagado, en modo avión o simplemente extraviar tu móvil en esta situación.
Pepa y Marta pasaron la noche en un hotel y Pepa dejó su móvil sobre la mesa al lado de la cama, y ya sabes qué pasa, ¿no?. Marta corresponde al 0,0001% de las mujeres que en una situación así no revisa el teléfono de su ex casi esposa, así como para pegarse puñales en el corazón al seguir encontrando cosillas, no, Marta no es así, pero no fue necesario buscar. Al otro lado del mundo mientras Marta y Pepa despertaban en Lisboa, Ina soñaba despierta con mariposas, flores y un mundo ideal al lado de Pepa y lo materializó enviando un whatsapp de "Hola mi amor <3". Marta lo vio en el instante y ya Pepa no pudo inventar nada creíble, simplemente contó la verdad. Sin detalles claro! porque a esas alturas no creo que Marta quisiera saber todos los lugares recorridos, posiciones inventadas y palabras de amor que se dedicaron mutuamente, pero ya con eso quedaba claro de que el engaño de Pepa no fue solo un revolcón con una cualquiera, sino más bien una relación paralela.

Como es de esperarse Marta se echó a llorar, ya por fin se iba enterando de cuánto le había mentido la que iba a ser su compañera de vida, pero era el último fin de semana que pasarían juntas, el día estaba recién comenzando y había que disfrutarlo, ¿no?. Así que una vez secadas las lágrimas de Marta, que para esa altura los ojos ya no dejaban salir mucho más, no por falta de pena, sino por la hinchazón de los párpados y la irritación de la esclerótica, se vistieron para ir a desayunar y recorrer Lisboa.
La noche del sábado había sido planificada meses antes por Marta para hacerla inolvidable. Pasearían en un barco por El Tajo en donde verían las luces de la ciudad riendo y besándose de popa a proa con música de fondo imaginaria cogidas de la mano, harían poses ridículas como las del Titanic y soltarían carcajadas, se dirían de todas las maneras conocidas lo mucho que se quieren e inventarían nuevas formas de hacérselo saber.
Posteriormente, tendrían una cena romántica con mariscos y pescados, sencilla pero con gusto, como las que prefiere Pepa. En medio de la cena con copa en mano de Pepa, Marta sacaría el anillo. Diría frases llenas de nervios y con los ojos llorosos, porque a pesar de haber ensayado mil veces ese momento los nervios le habrían ganado y Pepa lloraría y reiría de la emoción y sellarían todo con un beso con sabor a amor, para luego terminar en la cama en una noche apasionada siguiendo el ritmo del vaiven del barco. ¿A quién no le gustaba una idea así? Claramente casi nada de eso sucedió, casi porque sí terminaron en la cama otra vez, con despecho, ganas sin sentido y sabor a desesperación. A la mañana siguiente pasó lo mismo y la noche del domingo también. No, yo tampoco entiendo, pero mientras Pepa me contaba su fin de semana me dieron muchas ganas de llorar.

Ese día martes Pepa y yo fuimos a comer comida china y pasamos a plaza de Chueca. Entre la pena de que mi mejor amiga se iba y planeado el ir a dejarla al aeropuerto, Marta llamó a Pepa para invitarla a cenar esa última noche. Paralelamente, Ina preparaba en Chile la llegada de Pepa, enviándole a esta corazones, ideas de comidas, fotos y audios que escuchábamos mientras comíamos tofu.

Esa noche Marta le reiteró a Pepa que ella no cerraba las puertas a un nuevo comienzo, por si Pepa se arrepentía ahí o en Chile de la decisión que estaba tomando. Le dijo que si eso sucedía que no dudara en decirle, que podía volver a España (a su piso) cuando quisiera y si es que Pepa no quisiera volver a España pero si estar con Marta, ella estaba dispuesta a irse a Chile por ella. Creo que el asunto ya es un poco surrealista y no lo creería si me lo contaran, pero como estaba al lado de Pepa mientras Marta le estuvo escribiendo diciendo cositas bonitas y pidiéndole que no se fuera (al mismo tiempo que le hablaba a Ina), entonces sí lo creo.

Al día siguiente fui a recoger a Pepa al piso de Marta para llevarla al aeropuerto. Me tocó estar en una posición bien incómoda, no estaba el horno pa' bollos porque Marta salió de su trabajo para ir a despedirse de Pepa. Nos bebimos unas cervezas entre las tres y comimos pizza, haciendo de ese momento un día cualquiera entre amigas e incluso nos reímos un poco. En un punto se me salió una frase sin pensar hacia Marta y dije " me hubiesen encantado más momentos así" a lo que ella me dijo " a mí también linda". Llegado el momento de partir al aeropuerto, me quedé en un costado de la cocina de sujetavelas mientras Marta contemplaba a Pepa, su cara era una mezcla de amor por sobre todas las cosas y pena a más no poder, una cara que no he visto nunca antes y que quiero no volver a ver... ¿amor, ilusión, apego?.

Mi amiga salió de la casa y se fue llorando por el camino. Por fin Pepa se quebró ante la situación y me confesó lo mal que se sentía por haber dañado así a alguien que la quiso como nadie, la abracé todo el trayecto y también lloré con ella.

Al despedirme de Pepa en la puerta de embarque la abracé y lloré. Esos días ella había estado más irritable por todo lo sucedido, normalmente tiene bastante mal carácter pero ahora ya estaba insoportable como una vaca en brazos, la abracé y como dije me eché a llorar. Me gustaba mucho la idea de que ella estuviera acá, Madrid tenía otros colores para mí con Pepa cerca. En el abrazo con lágrimas y mocos le dije “ Para peor, con los años te vas a poner más mal genio y te vas a seguir mandando condoros ”, algo así como " Para colmo, con los años te vas a poner más mala leche y la seguirás liando parda" , ahí me salió un sollozo y luego una carcajada y ella necesitó sonarse con lo que quedaba de papel y luego nos reímos. Así fue nuestra despedida.

Por cierto, Pepa llegó el jueves a Chile y el día domingo Ina le propuso vivir juntas. Pepa se lo está tomando con calma mientras desayuna a diario en la cama de Ina.